Debemos
ser muy conscientes del desarrollo intelectual y el desarrollo de la mente
infantil, quedando de manifiesto la importancia de las teorías de la mente.
Situarnos en el lugar del otro como acto de descentración, implica reconocer
sus competencias, su etapa madurativa, sus conocimientos previos, las
dificultades que atraviesa y cómo podemos intervenir para ayudarlos en el
proceso de adquisición del conocimiento; ya que nuestra función como docentes, sería
la de armar un andamiaje para que el niño pueda construir nuevos conocimientos,
acompañándolos en el proceso y no simplemente entregarle el “paquete del saber”
como un objeto acabado. La educación, como transmisora de la cultura, implica
conocimientos, normas, ritos, valores y conductas.
El
filósofo Juan Delval (2001), quien ha realizado grandes investigaciones en
torno a la psicología evolutiva y educacional, comparte con nosotros la idea de
que el ser hum
ano nace incompleto, como si fuera un producto sin terminar; que
aprende sus conductas progresivamente a medida que va madurando. La
incorporación de estos conocimientos nos permite anticiparnos a los sucesos
para asegurar nuestra supervivencia. La especie humana es la única que realiza
este proceso, el de educar con intención racional y no solo por instinto. El
hombre ha sabido construir un sistema en torno a la actividad educativa e
institucionalizarla. En sus escritos, Delval (2001), deja de manifiesto una diferencia
entre transmisión genética mediante herencia de los genes; de la transmisión
cultural que se produce a través de la enseñanza y el aprendizaje distinguiendo
tres tipos de aprendizaje: incidental (ensayo y error), por imitación o bien por corrección de la
conducta del que está aprendiendo (marcando el error).
En
adición, Noemí Aizencag (2001), docente e investigadora el área
psicopedagógica, diferencia el desarrollo subjetivo de los aprendizajes que se
producen dentro de una institución educativa, de aquel que se produce en otros
contextos. Es interesante ver cómo nos involucramos en el desarrollo de éste
“aprendizaje artificial” o áulico con intencionalidad instructiva,
diferenciándolo de aquel que se produce en medios cotidianos o de crianza.
Observando estas diferencias podremos poner nuestro foco de atención en el
desarrollo cognitivo y la subjetividad
del niño en un contexto educativo, sin perder la relación del vínculo
expectante entre el que aprende y el que enseña.
Las
teorías psicológicas, a pesar de que no han sido creadas con un fin pedagógico
y muy lejos de ser “recetas”, pueden significar una gran ayuda a la hora de
analizar procesos cognitivos. No obstante, debemos tener presente que los
principios psicológicos deben ser examinados por los docentes. Evaluar los
factores situacionales al momento de establecer relaciones entre los procesos
cognoscitivos y las prácticas educativas es sumamente importante. El
conocimiento de éstos principios sin el juicio del docente carece de sentido;
del mismo modo que el juicio sin conocer los principios psicológicos de
aprendizaje se vuelve paupérrimo.
Giuliana Buono
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